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miércoles, 9 de octubre de 2013

FUGACIDAD


Un meteorito cruza el espacio y arde un instante antes de esconderse definitivamente  en la oscuridad del cosmos.

Mientras observo a mis hijos intento atrapar algunos de los recuerdos más lejanos de mi memoria  y me aparecen asociados con la serena figura de mi padre. Ahí están  aquel olor a césped mojado del campo de fútbol que se confundía con el procedente de la fábrica de calzados vecina. Mis primeros contactos con la inmensidad del mar desde sus brazos. Aquellos viajes sentado a su lado en un autobús en el que ya soñaba en silencio y en soledad mientras el frio cristal de la ventana golpeteaba mi cabeza. Intento rescatar el recuerdo de mi padre en cada inmersión al centro de mi memoria. Ahí dentro están sus juegos y sus bromas, sus besos, su lealtad y su generosidad infinita.

Desde entonces, todas las pasiones y todos los miedos se han ido amontonando alrededor de aquel niño inocente que ahora todavía puedo recordar.  Sobre ese núcleo feliz se fueron  forjando una nube de ilusiones que conformaron mi identidad, que resiste como puede el paso de las décadas. Ilusiones rotas, amores erosionados, sueños fracasados, aventuras frustradas, todo se ha ido comprimiendo en mi cerebro junto a nuevas ilusiones y nuevos proyectos más serenos. Vuelvo a mirar a mis hijos  y pienso en lo que puedo hacer por ellos. Vuelvo a pensar en mi padre con enorme admiración.

Pero todos los recuerdos que forman mi conciencia desaparecerán algún día, y desde una perspectiva cósmica mi memoria será como el breve brillo de un meteorito que arde de manera fugaz en algún lugar del cielo para luego desaparecer en la inmensidad del Tiempo. Por eso tengo ganas de volver a coger a mis hijos en brazos, y de recordar a mi padre.