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jueves, 26 de diciembre de 2013

LA DUDA DE DARWIN




No hay miedo más profundo y frio que el que siente un padre ante una grave enfermedad de su hija. Ni vacío más desolador que el que deja su muerte. Estas son las circunstancias que rodearon a  Charles Darwin durante buena parte del proceso de gestación de su obra “El origen de las especies”. Éste es el núcleo central de la novela “ La caja de Annie ”que Randal Keynes, tataranieto del propio Darwin, publicó hace unos años motivado por el encuentro de una pequeña caja de la niña que contenía cuadernos de notas y cartas de  Charles y que heredó de sus antepasados. Posteriormente, el propio Randal participó en el guión de la película “ La duda de Darwin ” (Creation, 2009) que dirigió el británico Jon Amiel.
La película, no estrenada en las salas comerciales de España, está impecablemente interpretada por Paul Bettany y Jennifer Connelly, matrimonio en la pantalla y en la vida real, junto a la adorable niña Martha West, que hace el papel de Annie, la desafortunada hija mayor del matrimonio que falleció con 10 años de edad. Cuenta además con una banda sonora excelente de Chistopher Young y una cuidada producción en la que participa la BBC.
El film no es una biografía del famoso naturalista y deja al margen aspectos importantes como su conocido viaje a bordo del Beagle, o la repercusión social que tuvo la publicación de su libro; se centra en la dramática relación con su hija y como influyó en sus ideas sobre la naturaleza de la vida. Rodeado de un ambiente cristiano, le costará conciliar su  dolorosa experiencia con la idea de un dios generoso que permite la crueldad y la implacable lucha por la existencia que observa en la realidad. Sus dudas sobre el creacionismo y la interpretación literal de las Escrituras le acarrearán conflictos en su interior y en su entorno social. ¿Estamos ante un plan divino que explica el destino de los seres vivos, o lo importante es una cuestión de supervivencia y de selección natural? Son las dudas que consigue vencer el naturalista inglés para proponer la teoría más revolucionaria de la historia del pensamiento.
Darwin desconocía los mecanismos de  la herencia, precisamente uno de sus quebraderos de cabeza, y se sentía culpable de que Annie heredara su delicada  salud, aunque parece que la niña murió de tuberculosis, mientras él padecía una misteriosa enfermedad que en la actualidad algunos atribuyen a una infección contagiada en Sudamérica en su famoso viaje con el Beagle.
Sus dudas, sus entusiasmos, su mala salud, la fuerza de sus afectos y de su dolor van fluyendo a lo largo de una narración repleta de flash backs que intentan entender la complejidad de una de las mentes más influyentes de la historia de la ciencia. Sus ideas tuvieron repercusión mucho más allá del campo de la biología y resultan fundamentales para poder comprender la naturaleza humana. Por esto, y sin parecerme una película redonda, creo que es muy oportuno recomendar esta interesante y desconocida película.

domingo, 1 de diciembre de 2013

EL WESTERN.


Yo crecí jugando con dólares, pistolas y flechas. Desde mi más tierna infancia, y por motivos de trabajo de mi familia paterna, asistí con mucha frecuencia a una sala de cine donde se proyectaban sesiones dobles donde predominaban las películas de “vaqueros”. Un tío mío solía decir que las películas de vaqueros eran siempre entretenidas;  igual tenía razón, o quizá, eran otros tiempos.

La mayoría eran spaguetti westerns rodados en la polvorienta Almería donde salían malvados muy canallas que pretendían secuestrar a la bella protagonista o adueñarse de todo un pueblo liándose a tiros con quien se cruzaba por delante. Por misteriosos y lejanos rincones de mi memoria aparece una de las primeras películas que recuerdo, con un tipo muy cínico llamado Monedero; consultando  la web he recuperado el suculento  título: “Voy, le mato y vuelvo”, de Enzo Casteglari. Puede que la mayoría sean olvidables, pero entre ellas se encontraba también la apreciable trilogía de Sergio Leone El bueno el feo y el malo, Por un puñado de dólares,  o La muerte tenía un precio, todas con la impagable música de Ennio Morricone, y con la presencia de un tipo duro de rostro inquebrantable que masticaba un purito y disparaba sin temblar jamás; se llamaba Clint Eastwood y era el favorito de mi padre.


Posteriormente conocí los principales títulos del western americano que constituyen - eso dicen- junto al jazz, las principales aportaciones de los Estados Unidos a la cultura occidental.

Pueblos sin ley,  caballos al galope, pistoleros, sheriffs, colonos, indios, soldados del séptimo de caballería, alambradas, recompensas, el saloon y sus chicas... Toda una iconografía que sirve para contar historias de supervivencia en entornos hostiles y desarrolladas en enormes espacios abiertos o en polvorientos pueblos buscando la llegada de la civilización.

Entre los títulos míticos están los de John Ford: El hombre que mato a Liberty Valance, Centauros del desierto (considerada por los críticos como uno de los mejores films de la historia), Fort Apache, entre otras películas del séptimo de caballería; los míticos títulos  de Anthony Mann, de Bud Boetticher, en fin, la lista sería demasiado larga.

A mí me gusta especialmente la cinta sobre el juez Roy Bean El forastero, (inolvidable Walter Brenan) de William Wyler, o El pistolero de Henry King con un sobrio Gregory Peck. También el conocido Johnny Guitar, con diálogos excelentes, donde la  dura Joanne Crawford regenta un local con muchas dificultades, o el gran clásico Raíces profundas, tierno y soberbio como pocos.

En otro estilo recomendaría el sobrecogedor Pat Garrett y Billy the Kid(1973) de Sam Peckimpah con la profunda canción de Bob Dylan “tocando a las puertas del cielo” y que nos contaba una de las historias más míticas y legendarias del Oeste.

Me voy a permitir comentar un western menos conocido: Juntos hasta la muerte (Colorado Territory), rodado en 1949 por el maestro del género de aventuras Raoul Walsh.
 

Basándose en una novela de Burnett que el propio Walsh ya adaptó anteriormente en un magnífico film negro, El último refugio, realiza un film austero, rotundo y salvajemente romántico. 
Joel McCrea es un preso solitario al que ayudan a escapar para que realice un último golpe. Cruza toda clase de fatalidades intentando redimirse junto a una bellísima chica de oscuro pasado (Virginia Mayo) con la que tendrá una intensa y apasionada relación. El espectador asiste sin pestañear a una historia de amor y muerte en pueblos abandonados en mitad de un desierto y con un final que inspirará a muchas obras posteriores como Duelo al sol de King Vidor (otro grandioso western) o el maravilloso film negro de serie B El demonio y las armas.
 

Buena parte de la iconografía del western está contenida en los 90 minutos que dura esta joya del género. Puñetazos, tiros, traiciones, asaltos a trenes, la fatalidad del destino impregnada en el Cañón de la Muerte del río Colorado y en el rostro de los protagonistas. Pueblos erosionados por el tiempo, paisajes y personajes con carácter fúnebre que nos recordará al magistral Sin perdón de Clint Eastwood, sin duda uno de los principales nombres de la historia del western, y del cine.