Cuando uno entra en la adolescencia, en la cima de la ingenuidad, descubre que por encima de los estudios,
deportes y otros juegos, sus amigos comparten la misma obsesión por conseguir
la chica más pura y más guapa. Pronto se da cuenta de que estos hervores no son
exclusivos de sus amigos. Las conversaciones giran de forma insistente sobre el
mismo tema, con independencia del lugar o de la clase social. Los conflictos juveniles
en cualquier lugar del planeta proceden del mismo instinto de supervivencia y de
afán de notoriedad social que faciliten el acceso a la pareja. Después
comprende que en el centro de los sueños de ellas también se encuentra la búsqueda
de alguien que las rescate, las proteja de sus miedos, y las inicie en el viaje más importante de su
vida.
Con el paso de las décadas su peripecia vital ha consistido básicamente
en encontrar una compañera que comparta su anhelo de felicidad. Uno pudo ser más
conformista o más arriesgado. Más idealista o más realista. Más fiel o más
promiscuo. Observas la extraordinaria variedad de estrategias que ocultan
el implacable mandato de nuestros genes. El derroche de esfuerzos
invertidos es casi infinito. Prácticamente todas las cosas que un hombre hizo
en su vida, las hizo pensando en las mujeres o en su familia.
Las diferentes circunstancias de cada uno y la variedad de cerebros permiten
excepciones de diversa índole, pero la mayoría de humanos comparten, de manera
asombrosa, unos patrones de conducta que poco se diferencian de los del resto
de animales.
Si se tienen hijos, reconoces que ellos constituyen el auténtico sentido de
tu vida, el amor más puro, el eje donde confluían todos tus pasos, la misión
secreta que se escondía en lo más profundo de tu esencia.
Llega un momento en que no haces más que mirar hacia atrás y te conviene
simplificar las cosas. En el fondo todo ha consistido en sobrevivir y en
reproducirse. La selección natural y la selección sexual son los conceptos que
nos permiten entender lo que nos ocurrió.
Así puedes enfrentarte a la intuición
de tu final como individuo y a la comprensión de la finalidad que tenía tu
carne.