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martes, 15 de marzo de 2016

ESCENAS NO OLVIDADAS

No parece servir de nada contar batallas desde el centro de mi memoria. Canciones pegadas en el fondo de mis entrañas suelen inundar ahora programas de televisión donde se pretende viajar a tiempos pasados recordando sus músicas. El tiempo aún no se ha amontonado en el interior de mi cerebro y éste todavía consigue distinguir las etapas que me han llevado hasta aquí. Melodías asociadas a mi madre mientras me bañaba en un barreño de agua caliente la noche de los sábados. Tiempo definitivamente perdido. Patinetes, cromos, trompas, bicicletas, pero sobre todo balones. Flechas, pedradas, cabañas, acequias y mosquitos, pero sobre todo el mar. Bailes adolescentes, orquestas a la luz de la luna, viajes a islas en busca del paraíso. Fiestas que se fundían con las olas de la madrugada. Lágrimas, orgullo, heridas, miedos, generosidad derramada. Dolor por la belleza malgastada. Largas carreteras, ciudades iluminadas bajo una noche de fuegos artificiales. Pasiones silenciosas, inocentes conquistas, aventuras arriesgadas, antiguas amistades.  Épocas donde llevaba la ilusión tatuada en el rostro y aún me sentía dueño de mis sueños. Piel salada, tostada, besada, acariciada por el aire mediterráneo. Uno podría construir un álbum autobiográfico con esas escenas que no has olvidado porque aparecen atadas a esas viejas canciones.
Recorrer tu pasado con la música puede parecer inútil, pero cuando intentas retroceder varias décadas, puedes llegar a sentir un latigazo en forma de canción que te electrocute durante unos segundos.

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